En el comando del pueblo funcionaba un guardia y
éste siempre a cuatro hombres del pueblo para que lo acompañaran. Cada quien
llevaba de su casa el arma que tenía ( machete, pistola o rifle 22 ). Siempre
había esa vigilancia, porque se rumoraba que Santos López -el Coronel-
estaba llegando de noche a visitar a su mamá, “doña Chica.” Los de la
vigilancia se turnaban, de las 7 a las doce y de las doce a las cinco de la
mañana. Una noche el que estaba en la vigilancia, vio que de las ruinas de la
iglesia vieja salieron dos sombras vestidas de blanco y con una candela en la
mano, cruzaron la plaza -donde ahora es el bello parque - y se metieron
a la iglesia. Los de la vigilancia tenían miedo, porque varias veces les dispararon
sin ningún resultado. El guardia que le decían el comandante del pueblo los regañaba. Un día el
comandante que no le tenía miedo a los espantos se quedó haciendo la vigilancia
para comprobar y efectivamente como a las nueve de la noche vio que las dos
sombras salieron de la iglesia vieja cruzaron la plaza y se metieron a la iglesia nueva. El comandante las siguió
y vio que las dos sombras se sentaron frente al confesionario. De inmediato el
comandante, -de nombre José Mejía se fue donde el padre Alfonso Barroso de
nacionalidad española ( ese día el padre se quedó durmiendo en la casa cural
que estaba adjunta a la iglesia nueva )
y le dijo al sacerdote que en el confesionario estaban dos ánimas esperando
confesión, el padre muy enterado de la situación se fue al confesionario y
después las ánimas no volvieron a salir. Yo le pregunté a mi abuela –de nombre
Isabel q.e.p.d., - de ese caso y ella me dijo que era cierto y me dio el
nombre de esas dos mujeres que eran hermanas y como nunca sus padres las
bautizaron, ellas murieron sin bautismo y por eso salían a penar.
(El Autor de este escrito es: Manuel Guzman Centeno)
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